lunes, 28 de enero de 2013

GRANDES MISTERIOS Y PEQUEÑOS MISTERIOS





Hemos hecho alusión repetidas veces, en lo que precede, a la distinción entre "Grandes Misterios" y "Pequeños Misterios", denomina­ciones tomadas de la antigüedad griega, pero que en realidad son susceptibles de una aplicación completamente general; debemos ahora insistir un poco más sobre ello, a fin de precisar cómo debe ser entendida esta distinción.

Lo que ante todo debe comprenderse es que no hay aquí diferentes géneros de iniciación, sino estadios o grados de una misma iniciación, considerando a ésta como debiendo constituir un conjunto completo y ser seguida hasta su último término; en principio, los "Pequeños Misterios" no son entonces más que una preparación para los "Grandes Misterios", puesto que su término no es aún sino una etapa de la vía iniciática. 

Decimos en principio, pues es muy evidente que, de hecho, cada ser no puede llegar más que hasta el punto en que se detienen sus propias posibilidades; en consecuencia, algunos podrán no estar cualificados sino para los "Pequeños Misterios", o incluso para una porción más o menos restringida de éstos; pero esto solamente significa que no son capaces de seguir la vía iniciática hasta el final, y no que sigan una vía distinta a la de aquellos que pueden ir más lejos que ellos.

Los "Pequeños Misterios" comprenden todo lo que se relaciona con el desarrollo de las posibilidades del estado humano considerado en su integridad; desembocan entonces en lo que hemos denominado la perfección de este estado, es decir, en lo que es designa­do tradicionalmente como la restauración del "estado primordial".

Los "Grandes Misterios" conciernen propiamente a la realización de los estados supra-humanos: tomando al ser en el punto en que lo han dejado los "Pequeños Misterios", y que es el centro del dominio de la individuali­dad humana, lo conducen más allá de este dominio, y a través de los estados supra-individuales, aunque todavía condicionados, hasta el estado incondicionado que es el único y verdadero fin, y que es denominado la "Liberación final" o la "Identidad Suprema". 

Para caracterizar respectiva­mente ambas fases, se puede, aplicando el simbolismo geométrico (1), hablar de "realización horizontal" y de "realización vertical", debiendo servir la primera de base a la segunda; esta base está representada simbólicamente por la tierra, que corresponde al dominio humano, y la realización supra-humana es entonces descrita como un ascenso a través de los cielos, que corresponden a los estados superiores del ser (2). 

Por otra parte, es fácil de comprender por qué motivo la segunda presupone necesariamente a la primera; el punto central del estado humano es el único en que es posible la comunicación directa con los estados superiores, efectuándose ésta según el eje vertical que encuentra en este punto el dominio humano; es preciso entonces haber alcanzado primero este centro para poder después elevarse, según la dirección del eje, a los estados supra-individuales; y por esta razón, empleando el lenguaje de Dante, el "Paraíso terrestre" es una etapa sobre la vía que conduce al "Paraíso celestial" (3).

Hemos citado y explicado en otro lugar un texto en el cual Dante sitúa al "Paraíso celestial" y al "Paraíso terrestre" respectivamente en relación con lo que deben ser, desde el punto de vista tradicional, el papel de la autoridad espiritual y el del poder temporal, es decir, con otras palabras, con la función sacerdotal y la función real (4); nos contentaremos con recordar brevemente las importantes consecuencias que se desprenden de esta correspondencia desde el punto de vista que nos ocupa ahora.

 Resulta en efecto que los "Grandes Misterios" están en relación directa con la "iniciación sacerdotal", y los "Pequeños Misterios" con la "iniciación real" (5); si empleamos términos prestados de la organización hindú de las castas, podemos decir entonces que, normalmente, los primeros pueden ser considerados como el dominio propio de los Brahmanes y los segundos como el de los Kshatriyas (6). 

También puede decirse que el primero de ambos dominios es de orden "sobrenatural" o "metafísico", mientras que el segundo es solamente de orden "natural" o "físico", lo que se corresponde efectivamente con las respectivas atribuciones de la autoridad espiritual y del poder temporal; y, por otra parte, esto permite también caracterizar claramente el orden de conocimiento al cual se refieren los "Grandes Misterios" y los "Pequeños Misterios" y que ponen en práctica gracias a la realización iniciática que les concierne: éstos comportan esencialmente el conocimiento de la naturaleza (considerada, no es preciso decirlo, desde el punto de vista tradicional y no desde el punto de vista profano de las ciencias modernas), y aquellos el conocimiento de lo que está más allá de la naturaleza. 

El conocimiento metafísico puro depende entonces propiamente de los "Grandes Misterios", y el conocimiento de las ciencias tradicionales de los "Pequeños Misterios"; como el primero es por otra parte el principio del cual derivan necesariamente todas las ciencias tradicionales, resulta entonces que los "Pequeños Misterios" dependen esencialmente de los "Grandes Misterios" y tienen en ellos su principio mismo, al igual que el poder temporal, para ser legítimo, depende de la autoridad espiritual y tiene en ella su principio.

Acabamos de hablar solamente de los Brahmanes y de los Kshatriyas, pero no debe olvidarse que los Vaishyas pueden también estar cualificados para la iniciación; de hecho, encontramos en todas partes, como estándoles más especialmente destinadas, formas iniciáticas basadas en el ejercicio de los oficios, sobre las cuales no tenemos la intención de extendernos demasiado, puesto que hemos explicado suficientemente en otro lugar su principio y su razón de ser (7), y además hemos debido hablar de ello aquí mismo en repetidas ocasiones, dado que es precisamente a tales formas a las que se vincula todo lo que de organizaciones iniciáticas subsiste en Occidente. 

Para los Vaishyas, con mayor razón aún que para los Kshatriyas, el dominio iniciático que propiamente conviene es el de los "Pequeños Misterios"; esta comunidad de dominio, si puede decirse, ha conducido frecuentemente a contactos entre las formas de iniciación destinadas a unos y otros (8), y, por consiguiente, a relaciones muy estrechas entre las organizaciones mediante las cuales estas formas son respectivamente practicadas (9). 

Es evidente que, más allá del estado humano, las diferencias individuales, sobre las que esencialmente se apoyan las iniciaciones de oficio, desaparecen totalmente y no podrían desempeñar ningún papel; desde el momento en que el ser ha llegado al "estado primordial", las diferencias que dan nacimiento a las diversas funciones "especializadas" ya no existen, aunque todas estas funciones tengan igualmente su principio, o más bien por ello mismo; y es a esta fuente común a la que en efecto se trata de remontar, llegando hasta el término de los "Pequeños Misterios", para poseer en su plenitud todo lo que está implicado en el ejercicio de una función cualquiera.

Tomado de: “La Tradición Peremne”.

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