sábado, 6 de abril de 2013

"REFLEXIONES DE UN MASON"





Por el Q.'. H.'´. Lázaro Hael

Vivimos restringidos por un circulo cuyos límites los marcan nuestros
sentidos y consciencia, un universo que no es perfecto, porque
continuamente lo estamos perfeccionando y ampliando con nuevos
conocimientos y descubrimientos de cosas que existen dentro de ese
círculo y otras que le agregamos por estar fuera de él. Vemos la
naturaleza y poéticamente o quizás religiosamente, “creemos” ver a
Dios reflejado en ella.

Conocemos el “concepto” de Dios que nosotros hemos creado de él, pero
en realidad nadie le conoce. Sentimos presencia de él, un poder que no
podemos explicar y nos conformamos con una palabra: “DIOS” de algo que
no conocemos.

Decimos que Dios existe, que es perfecto, infinito, y absoluto, y lo
ubicamos dentro de nuestro circulo a la vez que transciende todo
cuanto existe, y clamamos: “La circunferencia esta en todos lados y el
centro en ninguno”, cuando en realidad Dios es una realidad
arquetípica o en formación dentro de la mente del hombre. Porque sí
Dios creó y dio existencia al hombre, el hombre también creo a Dios y
debe darle existencia real en su vida.

El hombre es el punto de realización de todo cuanto existe para la
humanidad, de modo que es en el hombre donde el arquetipo o Dios
deberá tomar presencia y realización. No podemos exclamar que Dios es
todo amor, perfección y omnipresencia cuando nosotros mismos no hemos
adquirido ese conocimiento a través de nuestra propia experiencia
vivencial. 

El hombre no puede vivir de palabras ni de fe ciega, el
hombre tiene una pulsión nacida desde lo profundo del inconsciente que
es “El ansia por saber”, La libertad y realización del hombre radica
exactamente en eso, en conocer. Y el conocimiento exige realización y
comprobación, y es en el hombre mismo donde este concepto debe
realizarse como una realidad.

Dios de ningún modo es sometimiento, ignorancia, fanatismo, ni
mansedumbre, Dios es conocimiento, libertad, y comprensión a través
del análisis, razón, lógica, experiencia y poder. Porque tampoco
podemos negar su existencia, pero sí podemos buscar por nuestros
propios recursos y experiencia su comprobación y realización. Porque
Dios para el hombre, es el hombre ideal, es el anhelo más elevado que
es capaz de concebir, es todo aquello que él desea que exista y sobre
todo en él mismo. Y esto, ya le da existencia como algo posible de
alcanzar… El error más grande del hombre, y que le a provocado dolor,
sangre y muerte, es seguir ciegamente palabras ajenas, de Hombres
igual a él, que se dicen vicarios de Dios sobre la tierra y portadores
las palabras y deseos de Dios, cuando en realidad solo portan sus
deseos e intereses personales, mezquinos y egoicos envueltos en
disfraces de nobles propósitos y con promesas de un “cielo” o
“nirvana” que ellos posiblemente no puedan alcanzar ni estén en
condiciones de prometer.

Cuando el hombre alcance la realización perfecta, de ese Dios
arquetípico que porta en el subconsciente o inconsciente, entonces
Conoceremos a Dios manifestándose sobre la tierra en forma encarnada,
pero antes el hombre debe alcanzar su propia libertad, porque
solamente él mismo puede salvarse de las cadenas que porta en
consciente e inconsciente heredadas o adquiridas por su idiosincrasia
familiar, nacional, racial, etc.

Dios existe ya como un poder o un ser inteligente, teísmo o deísmo no
importa, porque al final de todo, hasta hoy, no le conocemos, pero
sentimos su presencia y ante nuestra ignorancia solo podemos llamarle
Dios.

Dios en si es poder, y el hombre ante una posible semejanza o
proyección de él, debe alcanzar en alguna medida sus cualidades y
capacidades de poder, porque ninguna imagen o semejanza esta completa
si falta alguno de sus atributos. 

Las religiones han castrado y esterilizado a un gran numero de seres humanos, 
al despojarlo del poder creador de Dios, y le han convertido en “borregos” de
mansedumbre que siguen con fe ciega los dictados de “Pastores” que de
ningún modo son asignados o representantes de Dios sobre la tierra, y
en otras ocasiones se han vuelto peligrosos y ciegos combatientes que
se inmolan y asesinan en nombre de Dios bajo la promesa de estos
mismos “Pastores” o “Sacerdotes” si así se les prefiere llamar, de un
cielo, nirvana, salvación o riquezas en el mundo del espíritu… El
pecado más grande del hombre, es dejar de razonar por sí mismo, y
permitir que otros piensen y decidan por él.

Nadie puede salvar al hombre, sino es por el hombre mismo. Salvarlo de
las cadenas mentales que le sujetan y le impiden su propia
realización.

La salvación del hombre radica en la realización de sus
ideales y anhelos, en rescatar su propia originalidad primigenia y
llevarla a los más altos niveles de realización. La felicidad del
hombre no está en los valores materiales, sino en los valores
internos, llegar a ser lo que siempre deseo ser, no los deseos
inducidos subliminalmente  por una educación, sociedad, gobierno,
religión, etc.

Dios y el hombre son uno solo en formación, y conforme se forma y
evoluciona el hombre, en esa misma medida evoluciona el Dios que porta
dentro de él. La realización de Dios… Es la realización del hombre.

El hombre debe buscar la perfección en él, no en los demás, Debe
buscarla aquí sobre la tierra, no esperarla en un cielo que no tiene
la certeza de que exista ni de poder alcanzarla después de muerto.

El hombre religioso espera la segunda venida de Jesús el Cristo, pero no
ha comprendido, que tal ser de perfección requerirá un vehículo para
manifestarse en este plano tridimensional y material, un vehículo cuya
perfección haya sido alcanzada y realizada en todos sus sentidos, y
esto solamente los podrá hacer el hombre por sí mismo, no por palabras
ni esfuerzo ajeno… 

Mi padre cuando vivía, me decía: “El que es estúpido aquí en la tierra, 
lo seguirá siendo después de muerto en el cielo”, quizás lo que intento decir fue:
 “El que se ha realizado en plenitud aquí en la tierra, también será realizado en el cielo
 después de muerto”.

“Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Co.
4:20 ).

Fraternalmente.

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